A TODOS, GRACIAS.

Bienvenidos a este espacio literario, cuyas puertas están abiertas a todo aquél que desee compartir este maravilloso mundo de las letras, y el arte en general.
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martes, 16 de febrero de 2010

El piano, el músico y el amor.



El músico se desvela, ante la silueta del piano.
Una habitación solitariamente repleta,
con las luces apagadas de un pasado,
con la musa pasajera, que en el silencio se hospeda.
Cinco líneas, cuatro espacios, infinitos corazones.
Despertar soñando una vez más, es como golpear el vacío,
ese lugar de la fantasía, de los libros sin palabras.
El amor lo llama, y las teclas, como un teléfono
atienden su llamado desesperado, y suenan.
Pero es la incertidumbre, las flores sin agua,
el río inmóvil, la lluvia monótona. Y él, con su amor
que pide permiso para entrar en ese lugar desconocido,
al cual él siempre quiere llegar, pero no logra entender
el por qué de esa pared, de esa ansiedad, esa espera.
¿Jugar por amor? Si el ocio no lo divierte,
el reloj de la espera, de agujas que lo señalan
esa mujer, misteriosa, es la clave a sus preguntas.
Pero él las tiene todas, y ninguna es la respuesta.
Siguiendo desvelado, el piano lo aconseja, con su melodía.
Y ya decidió amarla, a pesar de los sueños y las utopías.
Buscará encender las luces, descubrir a los espías,
y entender el por qué de este amor, que ya lo consumió
por eso es que en el piano, el músico, su llanto ahogó.




Escrito por: Joaquín Chaulet.

jueves, 17 de diciembre de 2009

Hombre, madrugada y lluvia.



Una madrugada diferente, distinta, inusual. Un hombre ya de cierta edad se encontraba en su habitación (Su mujer dormía profundamente) terminando de colocar, con admirable simetría, sus ropas en su bolso. Había tomado la inextricable decisión de partir, partir para siempre.
Sobrados eran los argumentos que lo impulsaron a esa admirable decisión. El precio que paga un hombre bueno por el pecado ajeno de su mujer es tan caro, que quizá no termine de pagarlo siquiera en vida propia. Y aquello, para un hombre tan coherente como él, era algo que no le pesaba ni un gramo, más bien le parecía arena transitoria, que se fugaba espontáneamente sobre sus dedos de trabajador obrero.
Afuera llovía, atroz y melancólicamente. El hombre podía observar el reflejo de los reiterados relámpagos, al unísono con su silencioso llanto de pena, desesperación, tristeza. Ya había concluido en su totalidad con el armado del bolso, sólo restaban colocar unos pequeños objetos, de vaga importancia, y luego sí, salir de la habitación, bajar las escaleras, y surcar, letárgicamente, el hall que separaba el living de la puerta de salida. Esta vez no sería una salida pasajera, como las anteriores, sería la salida hacia una nueva vida, un rumbo distinto, que debería ir construyendo sobre la base de la sal efervescente de sus lágrimas de hombre de bien. Lágrimas que el hombre lloró, más por necesidad momentánea que por obligación impuesta, descargándose, pródigo en la más ínfima soledad que haya vivido.
Concluyó, por fin, con todos los preparativos. Dudó un momento, (considerando si era correcto o no) pero luego de unos instantes, tomó una hoja de papel, una birome y fiel a su estilo, dejó su marca imborrable en la mesa de luz de su esposa. Una carta escrita con velocidad, rapidez e inspiración admirables, con palabras que denotaban cierta melancolía, perdón ajeno –arrepentimiento del mismo género también-, y otros sentimientos, que merecían ser destacados con toda la redundancia posible.
Una vez realizado esto, cerró la puerta de la habitación, bajó los veintidós escalones que separaban la planta alta de la baja, -Sus pasos parecían ser como el de un conjunto militar desfilando- firmes, sin mirar atrás, sólidos. Atravesó, no sin cierta pena, el hall y finalmente sacó de su bolsillo la llave que abría el infierno con el desconocimiento. Al cerrarla sintió como si el corazón se quebrara, como un spaghetti al tomar contacto con el agua, y empezara, pausadamente, a sangrar.
Volvió a guardarse la llave en el bolsillo, y caminó, con destino incierto, a algún lugar donde lo condujeran su mente y su alma, algún sitio que le inspirara una ración de esperanza, un sí a la nueva vida, como si muerto quisiese escapar de su ataúd, eterno.
Poco a poco, fue dejando sobre sus espaldas la casa de sus sueños. La lluvia acompañaba, y los ladridos ahogados de los perros solitarios, también.
Vagó durante toda la noche sin rumbo certero, sobre las empapadas calles de la ciudad, pensando en los momentos que junto a su mujer, había logrado disfrutar, alcanzando lo que la mediocridad materialista e infame describiese como “Felicidad”. Sin querer, su mente leyó la última carta que le había escrito, esa misma noche, horas atrás. Al concluir, sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas, y esta vez formaron un conjunto homogéneo de sustancia líquida, que se fundió en el silencio interrumpido por el caer resonante de la insistente lluvia.
Cuando logró calmar sus propios sentimientos y clarificar sus pensamientos, decidió ir a su trabajo –Ya comenzaba la mañana- y el sol, lenta y dolorosamente, daba indicios de que quería volver a alumbrar.
Así, con fuerza, sudor, empujándose a si mismo, el hombre comenzó su nueva vida. Aquella que jamás había soñado, pero que hoy le tocaba afrontar.
Y alguna otra madrugada, en un futuro cercano tal vez, volverá este hombre a perderse, como lo hizo aquella vez, por el sentimiento ajeno de una mujer a la cual amó sin medidas. Estaba escrito en su suerte, ser un hombre tan bueno y amar a tan altas latitudes, tendría sus consecuencias negativas en esta sociedad, que poco a poco, se iba olvidando de lo que, realmente, significaba amar...



Escrito por: Joaquín Chaulet.
21/07/08

martes, 15 de diciembre de 2009

El hombrecito del tren.




Silbando, y confundiéndose con el aire invernal, entraba en la melancólica estación de trenes. Apenas estaba amaneciendo, con un sol sumamente austero, que apenas se filtraba, como tímido, por las escasas ventanas del lugar.
Siempre llevaba consigo su bolsito, remendado con parches que hasta sacó de su propia alma. Ansioso esperaba el de la seis, mientras las masas ,indiferentes, surcaban de un lado a otro de los pasillos, como queriéndose escapar hacia otro mundo.
Empezaba la rutina diaria. En este caso, le tocaba vender bolígrafos (de pésima calidad) a muy bajo precio, como siempre hacía; para ganarse dignamente su salario, que al menos, le concedía a este hombrecito, un trozo de la parte más deliciosa de su orgullo, que había perdido en aquella deseada torta, llamada dinero, codicia y poder.
Sabía que debía aprovechar al máximo aquellos escasos minutos sobre el tren. Debía hacerlo, y bien. Y así empezaba, ofertando con su voz, como perdido en un mar infinito de incomprensibilidad e indiferencia.
Los minutos pasaban tan velozmente, inclusive más que la propia velocidad del móvil. El trayecto era relativamente corto, abarcaba un recorrido de poco más de 20 kilómetros, en donde se encontraba la siguiente parada.
Finalmente, y casi al llegar, logró vender unos cuatros bolígrafos, comprados por un aristócrata comerciante turco, que los aceptó con total amabilidad (Llamativamente.)
El encargado de trenes dio el visto bueno para que sus pasajeros bajasen. El hombrecito hizo lo mismo.
Eran poco más de las siete, cuando se quedó solo en uno de los escasos bares que había en esa parada.
Sentado, y con un bolígrafo que le había sobrado, y un poco papel, se sentó a escribir, para desahogarse y sentirse totalmente aliviado. Escribió todo lo que sentía, incluso lo que quisiese sentir, también. Sintiéndose así, sumamente reconfortado.
Salió de aquel bar con un rostro que expresaba felicidad y a la vez amargura. Como si prefiriese el pasado, mezclado con sensaciones del presente.
Así llegó a su hogar, se acostó en su improvisada cama, y se durmió profundamente.
Silbando, y confundiéndose con el aire invernal, entraba en la melancólica estación de trenes. Apenas estaba amaneciendo, con un sol sumamente austero, que apenas se filtraba, como tímido, por las escasas ventanas del lugar.

Filosofemos, ¿Qué es el amor?

Si bien es bastante tarde en esto que supuestamente denominamos "reloj", la
lucidez/inspiración que me brinda la noche me lleva a escribir estas líneas filosóficas (Al menos para mí lo son) sobre el amor.
Espero que entiendan lo que a continuación voy a exponer, es mi humilde manera de abordar este tema tan amplio.

Dejando un poco de lado la pedantería, voy a pasar a preguntar sobre lo que me ha llamado a escribir acá: ¿Qué es el amor?.

A ver, supongo que para la mayoría de ustedes es un sentimiento. ¿Verdad?. Bueno, suponiendo que así fuera, estaría presente en cada uno de nosotros. (Al menos en una ínfima proporción). Por lo tanto, todos tenemos algo de amor. Parto de esa base fundamental para esta reflexión, que no pretende ser un retracto exacto de lo que en verdad ese vocablo significa, sino más bien lo que propiamente pienso yo.

Todos tenemos algo de amor; Y eso es una cualidad lo bastante contundente que nos hace seres humanos, y nos obliga, casi tácitamente, a manifestarlo. ¿De qué sirve tener toda esa "cosa" buena adentro, si no lo sacamos afuera, no lo dejamos liberarse? Creo que en este punto varios han fallado, o al menos han visto las cosas desde otro lado, o considerado al "amor" como algo que en realidad no és.

Suponiendo que alguna vez manifestaron amor hacia los demás, ¿Vieron qué bien se siente? Debe de ser una de las mas gratas alegrías de esta vida, poder darlo voluntariamente, sin exigir nada a cambio, solamente dando por dar. Yo creo que a todos, por más ignorantes que seamos, nos hace bien el amor.

¿Qué hace el amor en nosotros? Yo creo que nos hace mejores personas, nos colma de buenos sentimientos, nos hace sentir una paz y tranquilidad interior, y creo que es algo lo bastante importante que desgraciadamente no se valora hoy en día, y muchísimas veces pasa a un segundo plano.
Pero afirmo que con amor podemos, y de hecho se pueden, hacer muchísimas cosas positivas. Además, es el amor una inyección ánimica en nuestra alma, que nos da las fuerzas necesarias (Aquellas que a veces no tenemos) para hacer lo que nos proponemos, lo que deseamos, y lo que queremos ser.

¿Cómo manifestar el amor? Este ítem es infinítamente subjetivo, por lo que sólo me limito a sostener que el sólo hecho de tener la capacidad de transferirlo, y usarlo para hacer el bien a otras personas debe ser nuestro objetivo, cada vez que transitamos por algún lugar de este vertiginoso mundo.
Repártanlo. Solamente haciendo esto sentirán que al menos, su granito de arena, ha contribuido para mejorar las cosas, por más pequeño que sea el gesto.

Por último, quiero decir que esto es lo que particularmente opino yo, y es una de las inagotables formas de avordar este mismo tema, espero que ustedes también encuentren sus propios puntos de vista, y de esta manera ir formando el concepto de sentimiento, como dije al principio.

Porque seguramente más de uno alguna vez se preguntó: ¿Y qué es el amor?..


Escrito por: Joaquín Chaulet.
03/07/09.

Felicidad.

Felicidad.

Prácticamente, ya es casi un hecho normal que en mi mente, -En la mente de todos nosotros quizás- aparezcan, a menudo, palabras que nos hacen pensar más allá de nuestra existencia física. Palabras abstractas, que no podrían definirse objetivamente, cual concepto escolar memorizable, sino más bien son esos términos que generan preguntas, dudas, vacilaciones, delirios, incertidumbres, y demás interpretaciones variadas. Una de ellas es la felicidad. Hoy, solamente intenté reflexionar sobre ella y por este medio escribir algunas cosas que me parecieron interesantes para compartir y debatir.
“Felicidad” cuántas veces pasa por nuestros oídos y boca esa palabra. En un mundo totalmente desvalorizado, materialista, inhumano, en donde la desigualdad es cada día mayor y las brechas entre nosotros se hacen cada vez más notables… En toda esa gran masa estamos nosotros. Está nuestra, tal vez inocente, forma de ser. Nuestro corazón e instintos adolescentes, que a estas alturas del partido nadie puede catalogar como correctas ni como incorrectas, nos marcan a fuego. Y ahí comienza nuestra historia -casi sin saber dónde estamos parados- debemos afrontar el desafío de “ser felices”. .. Casi, me atrevo a decir, sin saber qué es la felicidad, cómo se logra a llegar a ella, cuáles son sus beneficios.
En ese momento salimos de nuestro caparazón, de nuestro hogar, salimos y todo lo que hemos inculcado de nuestros padres, familiares, profesores y demás personas que intentan hacernos el bien, queda a prueba. Salimos a la superficie, a ese mundo de predadores, de víctimas y victimarios, donde matamos o nos matan, donde somos “yo” y “yo”, donde todas las cosas mínimas y racionalmente “buenas” que tenemos se nos van, se nos olvidan, y en donde el futuro arrepentimiento por el mal cometido pareciera satisfacernos, y así seguimos en forma lineal y continua… Pensando que de tanto pegarle hachazos a la madera, ésta se va a partir. Pensando que tal vez nuestra especie de salvación consistiese en eso, en hacer el mal, arrepentirnos, y listo. Como si Dios, observador supremo, durmiera eternamente de noche..
Con todas esas fragilidades es complicado encontrar la “felicidad”. O al menos un momento en nuestra vida que nos produzca placer, tranquilidad, paz, en donde sepamos que estamos circulando el camino correcto y haciendo el bien. Algo que de alguna manera haga que el corazón, a estas alturas podrido, se sienta bien. Y es que quizás estemos olvidando que la felicidad se logra por cosas simples, sencillas, a veces debiendo renunciar a cosas que nos gusten… A veces no. Pero siempre, estoy seguro, se logra a través de una concientización por parte nuestra de lo que queremos ser.
Entonces, estaría bueno que pensemos un poco más en el hoy, en lo que somos, en cómo estamos, y pensemos que aquellas personas que verdaderamente son felices no hacen sino estar bien consigo mismas, logrando una armonía interior que se ve reflejada en todo su ser. Es cierto, es difícil, nos toca una época llena de tentaciones, de noches lujuriosas, de deseos que a veces se tornan irrenunciables. Sin embargo, tenemos que tener la fuerza necesaria como para negarnos, saber decir “No”, y empezar a pensar en lo que nos podría hacer bien.
Yo creo que el día en que realmente enderecemos definitivamente el timón, podremos ver que el agua no es más que agua, que nuestro barco aún está a tiempo de lograr estabilidad, y de que sólo junto a todas esas cosas buenas, esos valores “lindos” si se quiere, podremos llegar a ese ansiado puerto, a ese lugar en donde podremos definitivamente quedarnos para siempre, para encontrar eso que tanto nos ha costado, para lograr, al menos por ese eterno momento, lo que alguien alguna vez denominó “felicidad”…


Escrito por: Joaquín Chaulet.
12/12/09.

martes, 17 de noviembre de 2009

Aeropuerto.

Aeropuerto.


Llegué tarde al lugar no deseado, (Aeropuerto)

¿Cuándo fue que nuestro amor tomó tanto vuelo?

Pecaste por ser cleptómana, y robar mi corazón,

sarcástica lucha, mi músculo no es masoquista

pero hoy no encuentra una razón, a simple vista,

que le permita olvidarse de Vos.


Partiste bajo la lluvia, el silencio en el hangar.

Un avión solitario era tu destino final,

mil velas y ataúdes, en mi profano ritual

intentando entender por qué no hay oportunidad

de revertir la realidad, mientras la lluvia me moja,

y sólo siento que te pierdo, o vos me perdés.


Cuando el monje termine su rezo,

cuando el director anuncie el receso,

cuando la estatua sienta el frío del yeso,

cuando vos ya no sientas el calor de mi beso

te estaré esperando de nuevo, en el aeropuerto...






Escrito por: Joaquín Chaulet.

22/09/09

sábado, 14 de noviembre de 2009

Viento.


Viento.


Viento, hojas que vuelan

en la inmensidad de la noche.

Las gotas de lluvia cantarán

nuestro fatal destino.

Viento, el frío de sentir la soledad,

plegarias que un mudo dejó en su corazón

cuando el silencio nocturno lo sedujo a pecar.

Cae la noche, y las almas muertas se van

se fugan por un momento, que parece eternidad,

se barren los restos de la mediocridad,

y ya no hay tiempo de ser puntuales.

Es el reloj de Dios.

Viento, amante pasajero de este paisaje

que inunda el caos de la suerte echada,

una escoba sin su bruja

y una varita sin su hada.

Viento, soplan frases que nos ahogan de paz

al fin, una noche más, parece llegar a su fin

el sol, pronto a venir, calmará nuestras miserias...






Escrito por: Joaquín Chaulet.

13/11/2009